
Apatía de Sheinbaum ante el fracaso de un Sistema de Salud prometido, Millones de voces en todo México se unieron en un solo grito «Queremos Medicinas» en una marcha en todo el país que mira como niños y adultos con cáncer enfrentan la angustia de no encontrar quimioterapias ni tratamientos esenciales en hospitales del IMSS-Bienestar, mientras desde Palacio Nacional solo muestran apatía.
En un país donde la vida de miles pende de un hilo, las calles de México se llenaron de voces el pasado fin de semana. Bajo el lema #QueremosMedicina, pacientes con cáncer, sus familias y organizaciones civiles como Nariz Roja A.C. marcharon en ciudades como Ciudad de México, Guadalajara, Oaxaca y más, exigiendo lo que debería ser un derecho indiscutible: acceso a medicamentos esenciales.
La desesperación que llevó a estas movilizaciones no es nueva, pero sí profundamente indignante, sobre todo ante la apatía de la presidenta Claudia Sheinbaum y las promesas vacías de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien alguna vez se jactó de haber dejado un sistema de salud “mejor que el de Dinamarca”.
La realidad es un golpe brutal a esas palabras, pues desde 2019, el desabasto de medicamentos oncológicos y para otras enfermedades crónicas ha sido una constante, un drama que se arrastra como una sombra sobre el sistema de salud público.
Niños y adultos con cáncer enfrentan la angustia de no encontrar quimioterapias ni tratamientos esenciales en hospitales del IMSS-Bienestar, mientras el gobierno federal insiste en que el 96% de los insumos para 2025 y 2026 ya fueron adquiridos.
Pero surgen las preguntas ¿Dónde están esos medicamentos? ¿Por qué los hospitales siguen vacíos? La respuesta no está en las farmacéuticas, como Sheinbaum insiste en culpar, sino en un sistema de distribución colapsado, en una Cofepris con más de 8,900 trámites rezagados y en una falta absoluta de voluntad política para resolver esta crisis.
El contraste entre las promesas y la realidad es insultante, al inicio de su administración en 2018, López Obrador prometió un sistema de salud de primer mundo, comparándolo con el modelo danés, conocido por su eficiencia y universalidad.
Siete años después, no solo no hay rastro de ese sistema, sino que el desabasto ha costado vidas que no figuran en las estadísticas oficiales, pero sí en el dolor de las familias. Sheinbaum, heredera de ese discurso, ha optado por la continuidad: promesas incumplidas, fechas que se posponen y una narrativa que desvía la responsabilidad.
La marcha #QueremosMedicina no es solo una protesta; es un grito de hartazgo contra la indiferencia. “No más mentiras, queremos medicinas”, clamaron los manifestantes en el Ángel de la Independencia, La Minerva y otros símbolos de ciudades de México, cargando osos de peluche como símbolo de los niños que esperan tratamientos que no llegan.
Alejandro Barbosa, presidente de Nariz Roja, ha denunciado que las organizaciones civiles están haciendo el trabajo que le corresponde al gobierno, comprando medicamentos con rifas y donaciones mientras el presupuesto público, supuestamente abundante, no se traduce en soluciones.
La apatía de Sheinbaum es tan grave como las mentiras de López Obrador. Mientras los pacientes mueren, ella minimiza la crisis, asegurando que “se está atendiendo” y que el problema se resolverá “este mes”.
Pero las palabras no curan el cáncer. La falta de transparencia y la negativa a mostrar comprobantes de entregas revelan un gobierno más preocupado por la imagen que por las vidas.
Llamar “genocidio” a esta negligencia, como lo hizo Barbosa, no es una exageración; es una descripción cruda de lo que significa dejar sin tratamiento a quienes luchan por sobrevivir.
El sistema de salud mexicano no necesita más discursos triunfalistas ni comparaciones absurdas con Dinamarca. Necesita acción, rendición de cuentas y una reestructuración urgente de la política de compras y distribución. Las marchas de #QueremosMedicina son un recordatorio de que el pueblo no se quedará callado. No se trata de ideologías, como bien dijo Nariz Roja, sino de vida o muerte. Es hora de que la presidenta escuche, actúe y deje de perpetuar un sistema que, lejos de parecerse al de Dinamarca, es una tragedia nacional.
Porque mientras el gobierno promete, los pacientes mueren. Y eso, señora presidenta, es una deuda que ninguna conferencia mañanera podrá saldar.
