
Cuauhtémoc Blanco golpea a Sergio Hernández de Chivas en pleno partido, el ídolo del fútbol no deja atrás su temperamento explosivo tampoco en la política como diputado federal de Morena.
En un partido que debería haber sido un homenaje nostálgico al Clásico Nacional, el exfutbolista y actual diputado federal por Morena, Cuauhtémoc Blanco, volvió a desatar la polémica con un golpe directo al rostro del portero Sergio Hernández, de las leyendas de Chivas.
El incidente, capturado en video y viralizado en redes sociales, no solo empañó el encuentro amistoso en la Payne Arena, sino que reavivó críticas sobre el carácter agresivo de Blanco, un patrón que parece perseguirlo desde las canchas hasta el Congreso, donde representa a un partido que pregona la «cuarta transformación» pero tolera sus exabruptos.
El suceso ocurrió durante una jugada cerca del área chica. Hernández rosó la espalda de Blanco, quien giró de inmediato y conectó un puñetazo cerrado en la mejilla izquierda del arquero, derribándolo al césped.
El impacto fue tan contundente que Hernández quedó tendido por varios segundos, mientras jugadores de Chivas, como el exdefensa Héctor Reynoso, se acercaban a encarar al americanista.
Otros, como Adolfo «Bofo» Bautista, intervinieron para evitar que la bronca escalara. Blanco, visiblemente exaltado, argumentó el empujón previo, pero la respuesta fue desproporcionada para un juego de exhibición, donde el espíritu es evocar glorias pasadas, no revivir peleas de taberna.
Las reacciones en redes no se hicieron esperar: «Es un partido de leyendas, no hay excusa para pegar en la cara», tuiteó un usuario, el consenso general apunta a un Blanco incapaz de contener su impulsividad, incluso a sus 52 años.
Blanco no es solo una leyenda del América, sino un político de Morena, así como es en la cancha también es en su labor legislativa, pero no en lo bueno sino en lo violento, su historial revela un patrón de reacciones violentas cuando se siente acorralado: insultos en sesiones legislativas, pleitos con opositores y burlas a otras diputadas a las que manda besos de lejitos.
Blanco encarna una política cavernícola, donde el puño resuelve lo que la razón evade. Su vulgaridad no es carisma popular, sino un lastre que daña la imagen de un movimiento que ya lidia con escándalos propios.
