Risa que no da risa, da vergüenza - ZMG Noticias

Risa que no da risa, da vergüenza, lo que en el escenario de Escamilla pasó por comedia ligera es, en el fondo, una burla aberrante al ciudadano trabajador y una realidad que no da risa sino rabia. 

 

En un mundo donde las redes sociales convierten en espectáculo hasta el más mínimo tropiezo, un video reciente ha explotado como un petardo en la cara de la política vallartense.

Se trata de Natalia Montaño Ruelas, auxiliar en la Secretaría de Hacienda del Ayuntamiento de Puerto Vallarta, quien durante el show del comediante Franco Escamilla en Tepic, soltó una confesión que, envuelta en risas, ha dejado un regusto amargo a la ciudadanía.

«¿Qué haces en tu trabajo?», le pregunta Escamilla. Tras un silencio que grita incompetencia, ella responde con una sonrisa boba: «Me la paso bien. Tomo mucho, me la paso comiendo, cenando, desayunando». Y remata, como si fuera el remate de un chiste malo: «Ni sé qué dice mi gafete».

El público ríe, Escamilla bromea con que su descripción laboral no puede ser «se la pasa de puta madre», y el clip se viraliza.

Lo que parece una anécdota hilarante de stand-up es, en realidad, una puñalada al corazón de los contribuyentes.

No es solo la desvergüenza de Montaño lo que indigna; es el contexto que revela. Según la nómina pública del Ayuntamiento de Puerto Vallarta —disponible para cualquier ciudadano que se tome la molestia de revisarla—, esta «auxiliar» ingresa al cargo el 18 de marzo de 2025 y percibe alrededor de 12 mil pesos quincenales, es decir, unos 24 mil mensuales netos, pagados con impuestos que el vallartense honrado suda para entregar.

¿Por hacer qué? Por asistir a eventos, devorar desayunos pagados con fondos públicos y brindar con lo que sea que «tome mucho» signifique.

Mientras tanto, el Puerto Vallarta real —ese de los meseros que trabajan 12 horas por propinas menguantes, los taxistas ahogados en gasolina cara y las madres solteras que racionan el mercado— ve cómo su dinero financia una nómina de aquellos que viven de fiesta.

¿Cuántos «Natalias» más pululan en la nómina municipal, cobrando por «pasarla bien» mientras el bacheo se atrasa y los servicios básicos cojean?

Lo que en el escenario de Escamilla pasó por comedia ligera es, en el fondo, una burla aberrante al ciudadano trabajador.

Natalia Montaño intentó apagar el incendio en sus redes con un mensaje que destila cinismo: «A un show de comedia se va a relajarse. En el trabajo se ejercen responsabilidades. Cada cosa en su sitio», acompañado de una foto abrazando a Escamilla.

¿Relajarse? Claro, con boleto pagado —quizá— de la chequera municipal. Y «responsabilidades», ¿cuáles? Si su propia boca la delató como una turista en su oficina, ¿qué credibilidad queda? Esto no es un desliz etílico en un micrófono; es la normalización de la impunidad.

Mientras ella «desayuna, come y cena», el vallartense común lidia con inundaciones mal resueltas, inseguridad rampante y un turismo que se esfuma por la falta de inversión real.

Porque si lo que parece una broma es la realidad, entonces el sistema no solo está roto: nos está escupiendo en la cara. Y eso, amigos, no da risa; da rabia.

 

 

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